Por: Rocío L. Rivera T. / Foto: Canva Pro

En un mundo donde la salud y el bienestar son cada vez más prioritarios, las enfermedades crónicas, también conocidas como enfermedades no transmisibles (ENT), emergen como uno de los mayores desafíos para la humanidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas afecciones son responsables de aproximadamente el 71% de todas las muertes a nivel global, una cifra que refleja la magnitud de su impacto en nuestras vidas.

Las enfermedades crónicas no son solo un diagnóstico; son una realidad diaria para millones de personas que buscan una calidad de vida plena en medio de condiciones como la hipertensión o la diabetes. La alimentación y la intervención nutricional pueden marcar la diferencia entre una visita constante al médico y una vida con control de la enfermedad, basada en hábitos reales y prácticas sostenibles.

Las enfermedades crónicas más comunes son: hipertensión arterial, diabetes, enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, asma y cáncer, entre otras. En muchos casos, los antecedentes son claros: una alimentación desequilibrada, alta en grasas saturadas, sodio y azúcares, junto con un estilo de vida sedentario.  

Causas de ENT

Nos explica la doctora en medicina general Tania Franco de la Clínica Universitaria, que las enfermedades crónicas más atendidas son la hipertensión (la más frecuente), seguida de la diabetes, el hipertiroidismo y el asma. Antes se atendía principalmente a personas de 40 años o más, pero ahora se observan casos en edades más jóvenes, principalmente entre 35 años, y en un rango de 30 a 69 años.

Estas afecciones están estrechamente relacionadas con nuestros estilos de vida, incluyendo malos hábitos alimenticios, sedentarismo, tabaquismo y consumo excesivo de alcohol. Esta tendencia podría estar relacionada con desórdenes alimenticios y consumo de comida procesada, además de una vida acelerada que dificulta cocinar sano. Los alimentos sanos suelen ser costosos, y la falta de descanso también influye.

Enfermedades crónicas comunes en Panamá

La Dra. Franco señala que, en Panamá, las ENT más frecuentes son la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y la hipertensión. La obesidad, en particular, afecta aproximadamente el 35% de la población adulta, y alarmantemente también se observa en niños, con unos 10% afectados. La diabetes y las enfermedades del corazón también están en aumento, afectando a personas cada vez más jóvenes, incluso en edades entre 30 y 40 años.

Factores de riesgo

Nuestro estilo de vida es el principal culpable que pone en riesgo nuestra salud, una alimentación llena de carbohidratos procesados y azucarados, junto con la falta de actividad física, causan más riesgo de sufrir alguna enfermedad crónica. Entre otros factores incluyen el tabaquismo, el consumo de alcohol, el estrés y la falta de descanso adecuado. La exposición a ambientes con alérgenos y el tabaquismo pasivo también agravan condiciones como el asma bronquial, que tiene un componente hereditario.

Estrategias de prevención efectivas

Prevenir estas enfermedades requiere acciones concretas y sostenidas. Para el asma, por ejemplo, es fundamental realizar chequeos regulares, mantener ambientes limpios y evitar alérgenos como ácaros y polen, especialmente en temporadas de floración. En el caso de las enfermedades cardiovasculares, detectar y controlar a tiempo la hipertensión y la diabetes es clave para evitar complicaciones mayores.

A nivel comunitario, se están promoviendo planes como el «Plan de aceleración para detener la obesidad», que busca regular la publicidad de alimentos poco saludables, mejorar la alimentación en las escuelas, fomentar la actividad física y promover la lactancia materna. La educación desde la niñez es esencial para inculcar hábitos saludables que perduren toda la vida, agrega Franco.

Impacto en la calidad de vida y el efecto de la pandemia

Estas enfermedades afectan profundamente la calidad de vida, ya que requieren medicación constante, cambios en la alimentación y en la rutina diaria. La pandemia del COVID-19 agravó la situación, ya que muchas personas dejaron de acudir a controles médicos, aumentaron el sedentarismo y el estrés, y algunos medicamentos utilizados en el tratamiento del COVID desencadenaron o empeoraron condiciones como la diabetes.

Una buena alimentación evita la aparición de enfermedades crónicas, tales como: la diabetes, hipertensión, problemas cardiacos, entre otros.

Datos alarmantes y la importancia de la educación

Es fundamental educar desde temprana edad sobre hábitos saludables. La adopción de estilos de vida sanos puede prevenir muchas ENT y reducir su impacto en la población. La inversión en salud preventiva y el acceso a atención médica oportuna son clave para mejorar la esperanza de vida y la calidad de vida de todos.

La Nutricionista  Julissa Camargo de Palacios, del Instituto de Alimentación y Nutrición I.A.N.U.T, de la Universidad de Panamá, nos habló sobre sobre algunos alimentos que se deben ingerir para conservar una buena salud. Como por ejemplo  una persona con diabetes controlada puede comer de manera proporcionada, diversidad de frutas, cada una ofrece cantidades de vitaminas, minerales, fitoquímicos, antioxidantes, agua de fibra, que es importante para también el control de las glicemias y puede comer pero hablamos de pacientes con enfermedades crónicas controladas.

También es importante el consumo de la fibra de las frutas, vegetales, carbohidratos complejos, como las menestras, plátano, puede ser maduro o verde, mazorcas, verduras, otoe, ñame, papa, y muchas veces allí sí es importante orientarse con el profesional idóneo para que le diga realmente cuánto puede integrar en su alimentación. En pacientes con diabetes de sus glicemias, cárnicos de buena calidad, huevos, quesos blancos,  carnes diversas como de pollo, pescadas, carne roja en menor grado

La alimentación como eje terapéutico

Camargo explica que una dieta equilibrada, rica en fibra, frutas, vegetales en variedad y carbohidratos complejos, es la base para el manejo de la mayoría de las enfermedades crónicas; las frutas aportan vitaminas, minerales, fitoquímicos y agua; su consumo debe ser individualizado, especialmente en diabetes, donde se prioriza la cantidad y la proporcionalidad.

Se deben incluir proteínas magras (pollo, pescado, carnes rojas en menor grado) y lácteos bajos en grasa (leche semidescremada, yogur natural sin azúcares añadidos) para apoyar la microbiota y la saciedad. Así como los carbohidratos de calidad: legumbres, plátano (maduro o verde según tolerancia), maíz, papa y otros vegetales deben formar parte de la dieta en porciones adecuadas y planificadas.

La combinación adecuada de fibra y lácteos fermentados favorece una microbiota intestinal saludable, lo que a su vez apoya la absorción de nutrientes y el control glucémico. Igualmente, se debe evitar alimentos ultraprocesados: reducir alimentos con alto sodio, azúcares y grasas saturadas; estos son los principales responsables del descontrol de enfermedades crónicas.

Testimonio

Antonio es un paciente diabético desde hace 30 años a sus 66 años nos brinda su testimonio de cómo su alimentación ha transformado su salud mediante hábitos alimentarios sostenibles, y con recomendaciones prácticas para incorporar estos principios en la vida diaria, desde la mesa de desayuno, almuerzo y la cena. Por su alimentación no sufre de hipertensión, ni otras enfermedades a su edad suelen desarrollarse normalmente, sus buenos hábitos han prolongado su vida y salud.

No hay una única dieta para todas las enfermedades crónicas, pero sí un marco común: comer con moderación, diversidad y calidad, priorizando alimentos integrales y evitando ultraprocesados. Con guía profesional y compromiso personal, una persona con una enfermedad crónica puede lograr una vida plena y activa, demostrando que la alimentación no solo alimenta, sino que también cura y previene.


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